Era
una brujita tan boba, tan boba, que no conseguía manejar la escoba. Todos le
decían: -Tienes que aprender o no podrás nunca sacar el carnet.
Ahora,
bien lo sabes, ya no hay quien circule, por tierra o por aire, sin un requisito
tan indispensable.
Si
tú no lo tienes, no podrás volar! pues ¡menudas multas ibas a pagar! ¡Ea! no es
difícil. Todo es practicar:
-
Bueno... dijo ella con resignación. Agarró la escoba se salió al balcón, miró a
todos lados y arrancó el motor...
Pero
era tan boba, que, sin ton ni son, de puro asustada, dio un acelerón y salió
lanzada contra un paredón. Como no quería darse un coscorrón, frenó de
repente... y cayó en picado dentro de una fuente: se dio un remojón, se hirió
una rodilla, sus largas narices se hicieron papilla y, como la escoba salió
hecha puré, pues, la pobrecilla, además de chata se quedó de a pie.
Ya
no intentó nunca sacar el carnet. Se quitó de bruja y se puso a hacer labores
de aguja.
Autor: Ángela Figuera Aymerich.
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