¡Oh
enfermas manos ducales,
olorosas
manos blancas!...
¡Qué
pena me da miraros,
inmóviles
y enlazadas,
entre
los mustios jazmines
que
cubren la negra caja!
¡Mano
de marfil antiguo,
mano
de ensueño y nostalgia,
hecha
con rayos de luna
y
palideces de nácar!
¡Vuelve
a suspirar amores
en
las teclas olvidadas!
¡Oh
piadosa mano mística!
Fuiste
bálsamo en la llaga
de
los leprosos, peinaste
las
guedejas desgreñadas
de
los pálidos poetas;
acariciaste
la barba
florida
de los apóstoles
y
de viejos patriarcas,
y
en las fiestas de la carne,
como
una azucena, pálida,
quedaste,
en brazos de un beso,
de
placer extenuada...
¡Oh
manos arrepentidas!
¡Oh
manos atormentadas!
¡En
vosotras han ardido
los
carbones de la Gracia!
¡En
vuestros dedos de nieve
soñó
amores la esmeralda;
fulguraron
los diamantes
como
temblorosas lágrimas,
y
entreabrieron los rubíes
sus
pupilas escarlata!
¡Junto
al tálamo florido,
en
la noche epitalámica,
temblorosas
desatasteis
de
una virgen las sandalias!
¡Encendisteis
en el templo
los
incensarios de plata,
y
al pie del altar, inmóviles,
os
elevasteis cruzadas
como
un manojo de lirios
que
rezase una plegaria!
¡Oh
mano exangue, dormida
entre
flores funerarias!
¡Los
ricos trajes de seda,
esperando
tu llegada,
envejecen
en las sombras
de
la alcoba salitaria!
¡En
Ia argéntea rueca, donde
áureos
ensueños hilabas,
hoy
melancólicas tejen
sus
tristezas las arañas!
¡Abierto
te espera el clave,
y
sus teclas empolvadas
aun
de tus pálidos dedos
las
blancas señales guardan!
En
el jardín, las palomas
están
tristes y calladas,
con
la cabeza escondida
bajo
el candor de las alas...
¡Sobre
la tumba, el poeta
inclina
la frente pálida,
y
sus pupilas vidriosas
en
el fondo de la caja
aún
abiertas permanecen,
esperando
tu llegada!
Blancas
sombras, blancas sombras
de
aquellas manos tan blancas,
que
en las sendas florecidas
de
mi juventud lozana
deshojaron
la impoluta
margarita
de mi alma...
¿Por
qué oprimía en la noche
como
un dogal mi garganta?
¡Blancas
manos! ... Azucenas
por
mis manos deshojadas...
¿Por
qué vuestras finas uñas
en
mi corazón se clavan?
¡Oh
enfermas manos ducales,
olorosas
manos blancas!.
¡Qué
pena me da miraros
inmóviles
y enlazadas,
entre
los mustias jazmines
que
cubren la negra caja!
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