Soy
una lanza, una vara mágica, un cayado,
un perdigón de oro, una pezuña.
La
lumbre está en tu lengua, en tu nuca.
La boca mana un canto sin palabras.
Tu
cuerpo golpea contra el mío.
Mi vientre se impone a tus nalgas.
Abrazarte,
penetrarte, este impulso de ahondar.
Arriba la lumbre cegándonos,
la
lumbre en todas partes, hombre de agua.
Para siempre, repito, para siempre.
Y
es solo un segundo.
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