¿Te
imaginas dos tetas mandarina,
sonrisa
de sandía?
Solía
recolectar las pegatinas
de
las clementinas
las
colocaba una a una
uñas
largas sobre cada dedo.
Y
te acariciaba las mejillas
y te
peinaba las pestañas
ojitos
de avellana
y
no parábamos de soñar.
Sonrisa
de sandía
era
un niño de la misma barriada
al
que le encantaba verme bailar
con
la camisa anudada en un cruce tan mágico
como
la curvatura sinuosa de mis caderas
tan
mágico que pasaba de triste camiseta a un top.
Y
luego ya sabes
leves
pantalones de algodón
sonrisa
al giro, media vuelta
brazos
al aire, golpe de cabeza
arrebatador.
Sonrisa
de sandía le llamaba yo
tenía
los labios tan rojos
como
un campo de fresas.
Parecía
siempre
recién
mordidos
tan
brillantes
como
recién lamidos.
Sonrisa
de sandía
Era
un niño como yo.
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