Tú
pretendes que el mar quepa en una cuchara;
yo
que dentro de un verso se cocine el idioma.
Tú
consigues que existan viajes para el olfato,
música
en el sabor,
bandejas
como islas donde rompen las olas;
yo
imagino un manjar para el oído,
en
que cada palabra saboree sus letras
y
siga con los ojos a aquellos que la miran,
igual
que los retratos de un museo.
La
tinta hace invisible al calamar
y
visible el poema;
pero
los dos cuentan la misma historia,
y
los libros cerrados
y
los platos vacíos
y
la gente que brinda
son
su final feliz.
Abres
una cerveza
y
encuentras dos mensajes:
vivir
calma la sed
y
nadie está tan cerca como aquellos que escriben
sus
nombres en la espuma.
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