Contar
y vivir la muerte de un ser querido antes de la pandemia era muy distinto. “Estoy escribiendo sobre mi padre en pasado,
y no puedo creer que esté escribiendo sobre mi padre en pasado”. Con esta
frase termina el libro.
SINPOSIS: En este emotivo y poderoso
ensayo, que nace de un artículo publicado en TheNew Yorker, la autora nigeriana
pone palabras al inenarrable grado de dolor causado por la repentina muerte de
su padre en Nigeria: la crisis sanitaria por la pandemia de COVID-19 impidió
que la autora pudiese salir de Estados Unidos para reunirse con su familia.
En
un intento por encontrar consuelo ante la sensación de vacío que la sacudió
hasta la médula, Sobre el duelo es una breve pero inteligente y conmovedora
crónica autobiográfica de las primeras etapas de la gestión de la pérdida, un
revelador examen de la naturaleza del dolor, un tributo al padre que la llamaba
«nwoke neli» («la que equivale a muchos hombres») y una profunda reflexión
sobre la lengua y las tradiciones igbo.
Este
libro se enmarca en la más rabiosa y dolorosa actualidad: la autora escribe
desde la certeza de ser sólo una más de entre los millones de personas en
duelo, sobre las dimensiones culturales y familiares del mismo y, también,
sobre la soledad y la ira inherentes a él. Sobre el duelo es un libro
imprescindible para estos momentos. Y, sin embargo, resultará atemporal,
duradero, y una adición indispensable al canon de la autora. En el mismo
formato que Todos deberíamos ser feministas, el lector lo atesorará y
compartirá más que nunca.
"Está claro que
vivir consiste en hundirse poco a poco” escribía F. Scott Firzgerald en una
época de desolación personal.
La
escritura es un testimonio y a la vez una forma terapéutica de superar cada
momento. A través de ella se recuerda que el tiempo es implacable en su paso, y
que los seres humanos, cualquiera que sea su condición, estamos destinados a
desaparecer.
Con
este ensayo la escritora nigeriana realiza un valiente intento de exorcizar de
una manera ordenada su dolor ante una terrible perdida, a la vez que intenta
explicar cuáles son los sentimientos ante el comportamiento más primitivo del
ser humano, el fallecimiento.
El
10 de junio de 2020 muere su padre, James Nwoye Adichie, de un fallo renal. En
plena pandemia mundial, con las fronteras nigerianas cerradas y ella en
E.E.U.U.
Este
es el contexto del libro más reciente de la reconocida autora, que a diferencia
de sus otras es más bien un registro autobiográfico de su proceso de luto. En
sus 112 páginas cuenta cómo vive un duelo naturalmente doloroso al que se le
suma el contexto pandémico. La importancia del abrazo a ese dolor. De aceptar
nuestra vulnerabilidad y sensibilidad ante lo que nos desgarra y duele. De la
inmensa tristeza que trae la pérdida y los distintos procesos que comprenden al
duelo.
De
la importancia de la memoria y el empeño por recordar. Dicen que recordar es
vivir, y digo que también es honrar. Chimamanda cuenta cómo se enteró de la
noticia, sus primeras reacciones, la organización de sus hermanos en Nigeria
para el óbito.
Es
un libro desgarrador en su simpleza, un libro terriblemente adecuado para los
tiempos lúgubres, cosidos a pérdidas, a enfermedades y a malos augurios que
vivimos. Pues la temática es sumamente delicada. Personalmente tengo la
desgracia de haber sufrido la pérdida de un ser querido, mi padre en plena
pandemia, es un dolor que comparto, me permito suponer que el libro le llagará
más profundamente a alguien que sí haya sufrido esta clase de fallecimiento
como bien dice el título. La escritora comienza su relato traspasando sus
sentimientos a los lectores. La palabra “desaparición” es horrorosa. ¿Cómo
puede desaparecer alguien que sigue vivo dentro de mi corazón?
Todo
el libro es una gran pregunta, un gran anhelo, una manera hermosa y
desgarradora de extrañar los detalles.
“Sobre el duelo” está relatado
en primera persona y además es atemporal, puede ser leído en cualquier momento
por cualquier persona.
Forma
parte de un subgénero de la escritura autobiográfica que podríamos nombrar
libros de duelo. Es la evocación del ser querido muerto el que los mueve y desde
el que debe leerse, pues lo principal de lo contado se circunscribe a la figura
de quien ya no está. Habla de la muerte desde los escombros, desde un paisaje
en ruinas, desde la insuficiencia crónica de la lengua de duelo.
Apunta
la escritora nigeriana más leída en la actualidad, con un destello de simpatía
y otra de lucidez, explora las tonalidades y texturas del dolor después de la
repentina muerte de su padre durante la pandemia, suceso que le obligó a vivir
el duelo desde la distancia. La autora logra desentrañarlo de manera honda,
precisa y universal, hay verdad en lo que cuenta.
El
libro pasa todas las etapas del duelo, desborda un mar de emociones disgregadas,
inentendibles muchas, desordenadas, amargas, profundas, despreciables otras
veces.
Un
libro pequeñito, pero de tanta fuerza en cada línea, que uno siente y vive todo
lo relatado por Chimamanda, por eso escribe diáfano y bello, tan sabio y hondo
sin dejar de ser didáctica. Son apuntes a vuela pluma sobre las sobre las
sensaciones más perturbadoras y hegemónicas de la perdida personal. Hay
palabras que dejan de formar parte de nuestro vocabulario, y otras que
comienzan a integrarlo. Ya que cada luto
es irrepetible, lo sé por propia experiencia.
Un
aspecto interesante que rescato de este libro y que está alejado de su triste
temática, es la información que recibimos de la cultura Igbo, etnia africana a
la que Chimamanda y su familia pertenecen, cuenta sus tradiciones funerarias,
cerámicas de entierro, un poco de su concepción del mundo y de su idioma.
Cultura que les trasmitían sus padres para inculcarles su identidad.
Mordaz,
esclarecedora en cuestiones de modernidad, raza, núcleo familiar, pero en el
fondo es una historia de nuestro apocalipsis compartido, una mirada constante a
la humanidad en el instante de su caída desde una altura enorme. Ninguna novela
me había perturbado como “Sobre el duelo”.
Una
historia que, bajo un aparente halo de sencillez, esconden en su interior un
mensaje grande, enorme en ocasiones. Y el libro del que hoy os hablo es uno de
ellos. “Sobre el duelo” es una
historia sencilla, protagonizada por personajes sencillos. No pasan por sus
páginas personajes históricos, detectives o superhéroes de ciencia ficción
capaces de convertir es un reclamo al lector por sí mismo, pero según avanza la
historia, vemos como los protagonistas se engrandecen de tal manera que no
tienen nada que envidiarles a los anteriormente nombrados.
Chimamanda
alcanza a esbozar datos autobiográficos de su infancia, como que su padre es
profesor de universidad y su madre secretaria en la misma universidad. Nos
cuenta la historia de amor perdido en la arena y nutrido en la universidad.
Cuenta la historia de su familia sin tapujos, sus padres convertidos en
personajes literarios para aproximarse a ellos con libertad, claridad y
sabiduría. También encontraréis aquí a unos personajes que enseñan el
significado más sincero de la lucha, de la supervivencia, de tener lo mínimo y
aún sí ser felices, de la muerte y su incomprensión. Aunque la realidad se
atisba por todos los lados. Este libro no es un libro de personajes al uso, si
no de personajes que conforman un núcleo familiar.
El
pánico que sintió la escritora por la muerte de su padre también lo volcó en todo
lo demás: en la sensación de que todo lo malo iba a llegar, que estaba al caer,
que una amenaza invisible se acercaba constantemente.
La
autora se descubre insegura e inmadura, de hunde en la palabra nunca, se
revuelve contra el mundo que sigue adelante, ajeno a su devastación, y se
asusta ante el nihilismo que vislumbra en la raíz de su pena. Su culpa también
por lo que no hizo, pensando que podría haber cambiado el curso de las cosas,
una de las muchas trampas que tiene la desesperación.
Llegar
al mundo literario de Chumamanda Ngozi Adichie es descubrirse y descubrir un
mundo sorprendente. Tal vez la muerte no sea nada, sólo un sueño temporal que
se complementa con la frase de Cicerón: “la
vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”. Sigamos dando vida
a nuestros muertos.
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