Es la noche
del nacimiento de dios.
Cantando y
con instrumentos dorados
los ángeles se ciernen
sobre el pesebre, las alas
ni de cera
blanca ni de mármol. Así
han sido retratados:
bruñidos
prosaicos en el aire en clama,
alzan sus arpas sobre
las bestias que también se congregan,
los corderos y todos los asustados
pollitos aterciopelados... Y José,
en un rincón, se toca
la mejilla, lo que quiere decir
que está llorando...
Pero qué pequeño es, retirado
del hueco de la vida de su madre,
la carne tierna envuelta
en lino mientras las estrellas arrojan
luz para deleitar los sentidos
de quien carece de todo adorno.
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