Las
mujeres, calladas, contemplan el camino
que
se pierde en el páramo espectral y brumoso.
Esqueleto
del alma, los árboles desnudos,
como
dos urnas negras enmarcan el paisaje.
Y
aunque las ramas tienen algunos brotes tiernos
no
pueden impedir la profusión de espinas.
Bajo
la luz dudosa del recuerdo de un sueño
se
esfuman a lo lejos ciertas sombras extrañas.
Todo
es simple y solemne como el astro radiante
que
enciende en el espacio una pálida hoguera.
Por
su altura en el cielo debe de ser la luna,
parece,
sin embargo, un sol recién nacido.
Pero
no canta el gallo y aún dormitan las bestias,
¿Amanecer?
¿Anochecer? Algo está sucediendo.
La
muerte esta mañana es débil e imprecisa.
El
frío está pintado de forma minuciosa.
Poema del libro: "Una copa de Haendel".
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