¡Jazminero,
tan frágil y tan leve
que
bastara con un soplo de aliento
para
que disipases en el viento
tu
intacta castidad de plata y nieve!...
Tu
pureza me evoca aquella breve
mano
de espumas y de encantamiento,
que
ni siquiera con el pensamiento
mi
corazón a acariciar se atreve.
Con
su blancura a tu blancura iguala;
con
tus piedades sus piedades glosas...
Como
tú, tiene el corazón florido;
y,
también como tú, también exhala
sobre
el eterno ensueño de las cosas
un
perfume de amor, luna y olvido.
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