martes, 27 de diciembre de 2016

EL REINO. Emmanuel Carrère.

Este es uno de los libros más esperados, después del éxito de Limonov, que transformó a Carrère en una celebridad en España. Evidentemente que, los textos sagrados son un filón narrativo, lo saben los muchos creadores que han encontrado inspiración en ellos, y cualquier lector que haya abierto una Biblia. Enseguida nos viene a la mente la novela “El evangelio” de José Saramago.
“El reino”, no es una novela propiamente dicha, ni un libro de memorias, tampoco es estrictamente un libro de historia del cristianismo, ni un ensayo; pero tiene un poco de cada como viene siendo cada vez más habitual en la literatura actual. Con todo, huye de encasillamiento de los distintos géneros literarios.

SINOPSIS: Hace ya tiempo que Emmanuel Carrère ha acostumbrado a sus lectores a esperar de él lo inesperado, y en esta obra monumental, casi diríamos épica y sin duda radical, aborda nada menos que la fe y los orígenes del cristianismo.
En sus páginas se entrecruzan dos tramas, dos tiempos: la propia vivencia del autor, que abraza la fe en un momento de crisis personal marcado por una compleja relación amorosa y el abuso del alcohol, y la historia de Pablo el Converso y de Lucas el Evangelista. Pablo que cae del caballo, tiene una iluminación mística y pasa de lapidador de cristianos a propagador de la nueva fe que transmuta todos los valores. Y Lucas que escribe la vida de Jesús y a partir del cual nos adentramos en los evangelios primigenios, tan diferentes al Apocalipsis de fuegos artificiales de Juan.
En estas dos historias entrecruzadas sobre la fe se suceden abundantes personajes, episodios y reflexiones: la serie televisiva sobre muertos que resucitan en la que participa Carrère como guionista, la canguro ex hippie y amiga de Philip K. Dick a la que contrata, los bolcheviques con los que compara a los primeros cristianos, webs porno, visiones eruditas sobre las fuentes originales del cristianismo, la desaparición –¿resurrección?– del cadáver de Jesús...
Lo que a Carrère le interesa del cristianismo es su mensaje de transgresión de lo establecido y la desmesura de la fe. Y este libro provocador y deslumbrante es una indagación rabiosamente contemporánea sobre el cristianismo que nos habla de la perplejidad, el dogma, la duda, la redención y la construcción de una fe con mensajes rupturistas y extraños rituales.

Antes de pasar a presentar estos cuadernos, el novelista, parte de su posición religiosa actual: el escepticismo, el cual le lleva a considerar el cristianismo como algo totalmente sorprendente, digno de la imaginación. Considerando que, es ilógico del todo, pensar que tras acabar nuestro paso por este mundo regresaremos a él igual que, se dice, le ocurrió al fundador de la secta. Si bien nadie fue testigo directo de ese fenómeno.
Entonces, si esta creencia es del todo inconcebible ¿qué ha hecho que se convierta en uno de los pilares del mundo? Carrère entiende que es importante observar el proceso de extensión de la doctrina cristiana desde el momento de la desaparición del fundador. Y en eso consiste el relato “El reino”, en intentar, entender este fenómeno. En un principio totalmente incomprensible.
Lo que Carrère le interesa del cristianismo es su mensaje de transgresión de lo establecido y la desmesura de la fe. Y este libro, provocador y deslumbrante, es una indagación rabiosamente contemporánea sobre el cristianismo que nos habla de la perplejidad, el dogma, la duda, la redención y la construcción de una fe con mensajes rupturistas y extraños rituales.
En todo caso es un libro apasionante. Por un lado, nos habla de varios personajes que han construido nuestra historia como son Jesús y sus evangelistas: Pablo, Lucas y Juan. Y cuenta como era el mundo en el siglo I de nuestra era. Como se dividía el poder, como funcionaban las relaciones de los romanos con los judíos y los judíos entre sí, como se organizaron las diferentes iglesias cristianas en el imperio, como se transmitida la cultura, las enseñanzas, las tradiciones; todo el aspecto social, económico y político de principios de nuestra era. Una historia apasionante. Por otro lado, desmenuza los evangelios, qué pudo ser verdad y qué era casi literario. Quién y por qué escribió: las cartas de Pablo, las correcciones de Lucas, el Apocalipsis de Juan. Porqué razón se decían ciertas cosas. Qué pregustas se han hechos otros.
Lo que intenta hacer el autor es un ejercicio de autoanálisis de exploración para buscar una verdad en una obra literaria.  En cuanto a la fórmula que utiliza, es la de volver a los evangelios, realizar una lectura crítica de los mismos e intentar así hallar la pista acerca de los auténticos orígenes de la religión mayoritaria en el mundo.
Porque lo cierto es que esta fe, nacida en el seno del judaísmo, no contaba en sus primeros tiempos con todas las papeletas para lograr la conversión entre el paso de secta cristiana a Iglesia.
“El reino” es un libro humano y necesario, donde se analiza racionalmente y desde una encomiable posición alejada de todo dogmatismo –tanto ateo como creyente-, el fenómeno religioso, en especial el cristiano.

Si algo tienen los libros de Emmanuel Carrère, que los hace de inmediatos atractivos e irresistibles para el lector, es la sabia combinación de autobiografía, literatura y ensayo, siempre mezclados de una forma amena, y a su vez con un riguroso respeto a la veracidad de lo que está contando. Carrère es ya, a estas alturas, un fabuloso contador de historias, que ha adquirido un estilo inconfundible, que ha conseguido hacer de la necesidad virtud.
“El reino” tiene valores indudables: el primero, el conocimiento profundo que Carrère demuestra de la vida en el primer siglo de nuestra era: en Jerusalén, Grecia, Roma; en segundo lugar, la honestidad con la que deslinda lo que está basado en fuentes fiables, y lo que simplemente, se inventa porque no hay ninguna documentación al respecto.
De ahí que el autor tensa hasta los límites el relato evangélico; porque, su compromiso no es con la historia de la religión, sino con la ficción: que su relato sea verosímil y nos conduce hasta donde él quiere, no donde querríamos los lectores.
Pero, sobre todo, lo que hace único este libro es la atmósfera que logra crear. Razón por la cual este libro engancha y apabulla al lector, con la convicción, de que todos los recuerdos narrativos le sirven. Asombrosamente sincero e inteligente. Con un estilo fluido y llano profundiza en todo lo que siente y manifiesta en repetidas ocasiones el vacío del ser humano. Con gran agilidad y habilidad presta a los lectores el pegamento para reconstruir la pieza desgarrada. Y que los cristianos llenan con el amor a Dios.
Por el contrario, el libro, a pesar de su extensión, es ameno, aunque precisamente debido a ese gran número de páginas, a veces se repite en algún concepto o narra algún pasaje dando una cierta sensación de “Dejàvu”.

Entre el arsenal de recursos narrativos está la notable capacidad para describir personajes en pocas líneas. Se introduce en los orígenes del cristianismo para encontrar la historia de Pablo y de Lucas, dos modos diferentes de vivir la fe. Al mismo tiempo, una impresionante galería de personajes reconocibles donde han ido dejando ligeras pinceladas en la historia de la religión. Junto con sus particulares reflexiones sobre el origen del cristianismo: de Juan, de Marcos, de Pedro, de Santiago, de Nerón, de Tito, de los samaritanos, de los fariseos, de los grandes traductores de Evangelios. Es admirable como el autor ha sido capaz de cincelar un complejo entramado de personajes bien perfilados y definidos.

Emmanuel Carrère puede haber perdido una de sus religiones, pero este libro demuestra que tiene la fe intacta en la otra, en la del gremio de los narradores. “El reino” es un libro enorme e infinito, porque lo que se narra es una historia de emociones, de dudas, de puntos de vista sobre unos hechos difícilmente comprobables pero que han influido de una u otra manera en nuestras vidas. Palabras que nunca se sabrán si fueron dichas por él o por quienes escribieron la novela de su vida, fuera totalmente imaginaria o sencillamente real.
Es posible que, más allá de credos, tras la pátina de la tradición y el poder, Carrère concluya que entre esas palabras que hemos repetido por mil años, aún puede haber una revelación: “Cada uno tiene en el Evangelio una frase que le está especialmente destinada”, escribe el autor.



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