Ilustración Serhiy Lauškìn.
No
sé de dónde nace esta negrura
que
vacía de sangre los pulmones
y
empuja irremediablemente
a
la ceguera y al silencio.
No
sé de dónde viene esta corriente
helada
en la que flotan
todos
los cisnes muertos y los versos.
Por
qué florece en mi garganta
un
eco de canciones de otro tiempo
envueltas
en el vaho de la nostalgia.
El
agua ya pasada es la que mueve
las
aspas de este corazón
al
borde del hastío.
Busco
y me asomo a los abismos
donde
se pierde la esperanza,
y
bebo todo el aire en la caída.
En
esa bocanada
engullo
las mentiras, las traiciones,
todas
las que he sufrido y contaminan
los
manantiales que me surcan.
Una
música turbia
envuelve
las palabras,
renacen
los hechizos,
sahumerios
encantados por la fiebre
del
pensamiento líquido
que
hierve en los matraces.
El
pensamiento bulle, brota
la
demencia. Soy incapaz
de
traducir el laberinto
absurdo
en que me muevo.
Mis
pasos no me llevan
a
espacios conocidos,
me
alejan de mí mismo, me extravían.
Sé
que voy a tardar en encontrarme.
No
soy nadie esta noche,
sólo
un hombre perdido,
amenazando
simetrías,
razones
y equilibrios.
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