sábado, 24 de agosto de 2019

AYER VOLVÍ POR EL CAMINO DULCE DE ENTONCES.






Ayer volví por el camino dulce del entonces.

Había fresas silvestres en el mismo muro al sur

Y cantaba el jilguero

En la cima del peral temprano

Donde siempre hizo nido.



Volví.

Yo tenía trenzas y calcetines cortos.

Muchas pecas, y una sonrisa ancha

De dientes desordenados.



Regresé a caminar y, como solía,

a esconderme entre las hierbas altas

de los prados de junio.

Y coger margaritas para el altar de mayo.

O robar cerezas para las orejas de siempre

Y a enfadar el calzado en la “llamarga”

Para coger las flores moradas y fragantes.



Fui a ver dónde el topo viajaba en subterráneo

Huyendo de la azada brillante de mi madre.

Y bajé a la fuente de balsas barbiverdes

Por el camino incierto y empinado

Para llegar al fresno y al saúco,

justo encima del chorro cantarín,

sudoroso en verano y en invierno humeante.



Me subí al cierre de la finca

que siempre huele a hierbabuena

Y sentí, claramente, que no hay reloj

En el país de los recuerdos.

Sólo un rayo de sol atardeciente

Marca el lugar donde el arándano guarda,

en envoltorio perfecto, un tiempo cubierto

de seda escarchada.



Eso fue ayer…

pero ahora, cuando cierre el cuaderno donde escribo.

volveré a la casa de la aldea, como entonces,

Y aún será temprano para sentarme al sol

Y merendar, como siempre, pan y membrillo

Mientras cae la tarde, ya sin tiempo en un reloj

Que siempre me señala la hora justa.

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