Todas
las cartas de amor son
ridículas.
No
serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También
escribí en mi tiempo cartas de amor,
como
las demás,
ridículas.
Las
cartas de amor, si hay amor,
tienen
que ser
ridículas.
Pero,
al fin y al cabo,
sólo
las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí
que son
ridículas.
Quién
me diera el tiempo en que escribía
sin
darme cuenta
cartas
de amor
ridículas.
La
verdad es que hoy mis recuerdos
de
esas cartas de amor
sí
que son
ridículos.
(Todas
las palabras esdrújulas,
como
los sentimientos esdrújulos,
son
naturalmente
ridículas).
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