A
mi muerte,
que
nadie toque mis cosas,
que
se queden como están para cuando vuelva,
como
yo las he dejado:
El
vino fuera de la nevera,
la
cejilla en el último traste,
el
teléfono sonando,
el
calentador encendido,
el
niño en el colegio,
las
cartas sin abrir,
el
despertador a las siete,
las
cuentas a cero,
las
persianas hasta arriba.
Si
me matan sin dolor
quiero
el número del asesino,
que
alguien me grabe el entierro;
cómprame
el tabaco y el diario,
no
me esperes despierta,
déjame
atún por si vuelvo en los huesos,
y
este verso no lo guardes,
que
le quiero cambiar el final.
Ah,
y
baja la basura.
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