Has
llegado a mi casa
ordenando
las quejas
de
la noche.
Besos
como pequeños corazones
se
cayeron al suelo
sin
cuidado.
El
verdor de tus ojos
era
una tierra fértil
cultivada
entre lágrimas.
"¿Cuánto
pesan los astros?",
preguntaste,
"¿y
las horas del día?
¿Saben
quién somos
los
milenios?
¿Hay
praderas de espacio
que
se tienden tranquilas
detrás
de la ventana?"
Oh,
ven, ven de nuevo,
escucha
los ruidos
del
amanecer.
Haz
vino
con
las sombras de la estancia.
Que
la luz sea una estela de seda pura
para
que tú la toques.
Que
nunca diga basta.
Desde
que tú llegaste
la
primavera ha derrochado
toda
su gloria floreciendo
por
dentro de mi boca,
nunca
mira hacia atrás,
y
es libre,
tiene
abiertas las manos.
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