Este inmenso espacio delimitado por esquinas,
que linda a la izquierda con la página anterior
y a la derecha con tus dedos
debería estar cubierta con equis,
como esas que se ponían al final de las postales
para significar besos uno por aspa;
o como esas otras cruces
que marcaban el vértice de aquel poema
especialmente dedicado.
Yo hoy no soy nadie y escribo como tal,
en el nombre de esta página,
marcada a sí misma en este verso
que desde este lado del tiempo te recuerda,
de la misma forma que un brazo mutilado
siente el pulso de su mano inexistente.
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