Adivínase
el dulce y perfumado
calor primaveral;
los
gérmenes se agitan en la tierra
con
inquietud en su amoroso afán,
y
cruzan por los aires, silenciosos,
átomos
que se besan al pasar.
Hierve
la sangre juvenil, se exalta
lleno
de aliento el corazón, y audaz
el
loco pensamiento sueña y cree
que
el hombre es, cual los dioses, inmortal.
No
importa que los sueños sean mentira,
ya que al cabo es verdad
que
es venturoso el que soñando muere,
infeliz
el que vive sin soñar.
¡Pero
qué aprisa en este mundo triste
todas las cosas van!
¡Que
las domina el vértigo creyérase!
La
que ayer fue capullo, es rosa ya,
y
pronto agostará rosas y plantas
el calor estival.
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