a
mi madre, y a la estatua de mi madre,
a
mis tías, y a sus modales exquisitos,
a
Marta, así como también María,
porque
supo escoger la mejor parte,
a
Francesca, la inmortal, porque desde su infierno insiste
en
cantarle al amor y a la agonía,
a
Catalina, de deslaza sobre el agua
las
obscenidades más prístinas de su éxtasis
únicamente
cuando silba el hacha,
a
Rosario, y a la sombra de Rosario,
a
las erinnias y a las furias que entablaron
junto
a su cuna el duelo y la porfía,
a
todas las que juntas accedieron
a
lo que también consentí,
dedico
el cumplimiento de estos versos:
porque
canto,
porque
coso y brillo y limpio y aún me duelen
los
huesos musicales de mi alma,
porque
lloro y escribo en una copa
el
jugo natural de mi experiencia,
me
declaro hoy enemiga de ese exánime
golpe
de mi mano airada
con
que vengo mi desdicha y mi destino,
porque
amo,
porque
vivo y soy mujer, y no me animo
a
amordazar sin compasión a mi conciencia,
porque
río y cumplo y plancho entre nosotras
los
mínimos dobleces de mi caos,
me
declaro hoy a favor del gozo y de la gloria.
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