Edurne
Portela su nueva novela, “Los ojos
cerrados”, habla de esos silencios heredados de la Guerra Civil y de cómo
quedan todavía muchas memorias que desentrañar sobre ese pasado.
SINOPSIS: Los ojos cerrados es una
novela de un solo lugar, un pueblo que podría tener cualquier nombre y que por
eso se llama Pueblo Chico. Pueblo Chico está anclado en una sierra agreste que
a veces se cubre de niebla, otras de nieve, una sierra en la que a veces se
pierden los animales, desaparecen las personas. En el pueblo vive Pedro, el
anciano protagonista de esta novela, depositario de secretos que rodean a la
violencia que ha atravesado el lugar durante décadas. Cuando Ariadna llega a
Pueblo Chico por motivos al principio poco claros, Pedro la observa y vigila,
mientras Ariadna va desvelando su propia vinculación con la historia silenciada
del lugar. El encuentro entre pasado y presente, entre Pedro y Ariadna, da pie
a una novela en la que Edurne Portela indaga sobre una violencia que si bien
trastoca para siempre la vida de los personajes, genera la posibilidad de crear
un espacio de convivencia y solidaridad.
“Los ojos cerrados” parte de un sólido argumento. La
novela reconstruye una larga historia que arranca con traumáticos episodios de
la Guerra Civil y cuyos hilos llevan hasta el siglo XXI. Los vínculos de la
trama se van descubriendo poco a poco porque la autora práctica un esmerado
trabajo formal de deconstrucción de sucesos entrelazados.
La
novela es un constante análisis de esas barreras entre personas y entre
tiempos, también entre miradas, como si esos párpados cerrados, o esa
recurrente niebla fuesen siempre un telón de acero que nos impidiese llegar a
la verdad, cada vez más enquistada y cada vez más emponzoñada, por nuestros
propios actos como especie humana.
Duele
porque habla de nosotros mismos. De lo que vemos y de lo que no queremos ver.
De nuestra/s historia/s, de nuestros secretos, de los pozos a los que un día
nos asomamos.
La
nueva novela de Edurne Portela es un viaje a las cicatrices de un pasado
plasmado en niebla y penumbras, de una manera tan poética como tajante: y en
torno a un pueblo que es tanto un lugar como un instante que quiere ser sanado
pero no puede. Porque en el texto de esta novela no aparecen las palabras
"Guerra Civil", "posguerra", "Franquismo",
"falangistas" o "maquis", y la historia no se ubica ni
geográfica ni cronológicamente. Y sin embargo, creo que cualquier lector
español proyectará esas palabras sobre el texto, hasta el punto de estar
convencido de que sí aparecen, cuando lea sobre una "guerra", sobre
los soldados que llegan al pueblo para buscar a los rebeldes, sobre los huidos
que se emboscan en la sierra o sobre las fosas en las que caen los cadáveres
para nunca ser encontrados. Proyectamos, sobre la novela, como siempre hacemos
al leer, no solo nuestra memoria individual o colectiva, sino también nuestra
cultura literaria.
Esta
es también una historia sobre la memoria, sobre la necesidad de salvaguardarla.
Pueblo Chico podría ser cualquier pueblo de la geografía española, un pueblo en
el que aún quedan viejos que recuerdan, a los que aún les duele lo que pasó
hace más de ochenta años: esa guerra civil horrible que no fue solo la de las
trincheras, fue la guerra de las familias, de los vecinos, la guerra dentro de
la guerra, los silencios, las venganzas… Es una novela con descripciones
magníficas, escalofriantes y durísimas; de últimos alientos, cuando no le
quedan palabras de consuelo, mentiras de salvación, pero sí las palabras de
amor que quedaron dormidas los años del monte, lejos de ella, y que ahora
despiertan, inútiles. Percibes sus sentimientos de rabia, dolor, impotencia,
soledad porque sabe lo que está por venir… Y lo que provoca en los ojos del que
mira… no es vacío lo que ve en ellos, no es confusión, es una especie de
desamparo, de angustia, un asomo de pavor.
La
estructura y la trama de esta novela se trata de una violencia histórica y
política, pero que, como cualquier otra, penetra en las familias, en las casas
y en las personas, estallando y dejando las astillas del trauma por todas
partes.
Con
esos mimbres, urde una historia compleja y ominosa, cargada de secretos
terribles que se callan y el peso de cosas tremendas que flotan en el aire,
narrada en dos tiempos, el presente y el pasado en el que todo se originó. El
lector irá descubriendo, poco a poco y de la mano de Ariadna, los vericuetos de
las vidas de ese puñado de personajes y parientes, junto con todo lo que hay
entre ellos.
Hay
que apuntar, aunque sea brevemente, la maestría formal y estilística de Edurne
Portela no sólo en la confección de las diferentes historias que se dan en la novela,
sino también en el desarrollo pulido y pulcro de una red en la que nada se cae,
que da sentido al conjunto y que en otras manos narrativas probablemente no
hubieran dado un resultado tan brillante.
Las
descripciones de estos lugares, pero fundamentalmente el impacto que estos
tienen en los protagonistas de la novela, deja entrever que la naturaleza
además de hermosa también puede ser una amenaza, y un lugar que atesora
recuerdos de nuestras vidas.
Una
literatura vigorosa encarnada en un lenguaje cada vez más medido pero a la vez
también más poderoso, como comprobaréis en esta última novela, en la que la
palabra se convierte en un tenso nexo para vislumbrar una realidad oculta por
el paso del tiempo y la condena de los silencios.
Por
ello me parece que es muy recomendable la lectura de un libro que además de
tratar un tema tan importante, lo hace con un estilo muy amable con el lector y
que te atrapa desde el principio, y un lenguaje precioso, lo que nos garantiza
varias horas de buena lectura.
“Los ojos cerrados” una fórmula
polifónica que da voz a todos los personajes. Hay bastantes voces, de los
protagonistas principales y de algunos secundarios. Varias de esas voces se
mueven además entre el presente y el pasado. Algunas de ellas están afectadas por
el paso del tiempo y por las penurias sufridas y pueden llegar a no ser muy
creíbles: hay en este sentido alguna “voz rota”.
Edurne
Portela construye personajes sólidos, profundos. En esta obra, la mayoría de
los personajes están consolidados, los dos más importantes Pedro y Ariadna,
pasado y presente juntos. Sin embargo, el más carismático es Pedro, hoy un
anciano algo demente, fiel guardián de los secretos de Pueblo Chico.
Sus
personajes son actores de una historia original que viven atados a un recuerdo,
como una maldición primigenia. Los hijos vuelven para entender a los padres,
hijos y padres se quedan para esperar un regreso imposible o recordar, buscando
una brizna de amor y de esperanza, todos en busca de un antídoto o de paz.
Todos
saben y todos callan y miran para otro lado. Es el silencio de un pueblo que
quiere seguir adelante sabiendo que eran consentidores. La responsabilidad en grupo
se diluye, pero en privado pueden sentir vergüenza, miedo, silencio… así
sobreviven las familias del pueblo. Los marginados ya sabrán establecer lazos
entre sí, porque son los que han perdido. No haya lazos familiares que los una;
los vínculos se establecerán a través del dolor, de la soledad.
“Los ojos
cerrados” de
Edurne Portela es una novela sin concesiones, desde el primer párrafo, dura,
que te mete en la historia y te ata a ella y te impide cerrar los ojos.
Magistral.
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