Se
aleja Aramburu del entorno asfixiante de la Euskadi de los años del terrorismo.
Su nueva novela, un texto poderoso y vital que se abre a cada paso a la vida, a
sus conflictos y nos la muestra en su infinita humanidad.
SINOPSIS: Toni, un profesor de
instituto enfadado con el mundo, decide poner fin a su vida. Meticuloso y
sereno, tiene elegida la fecha: dentro de un año. Hasta entonces cada noche
redactará, en el piso que comparte con su perra Pepa y una biblioteca de la que
se va desprendiendo, una crónica personal, dura y descreída, pero no menos
tierna y humorística. Con ella espera descubrir las razones de su radical
decisión, desvelar hasta la última partícula de su intimidad, contar su pasado
y los muchos asuntos cotidianos de una España políticamente convulsa.
La
novela es en realidad la reconstrucción de una vida, con sus sueños perdidos,
sus frustraciones y sus breves instantes de felicidad.
Todo
comienza cuando Toni, un profesor de filosofía de instituto, elige una fecha
para suicidarse se ha dado un plazo para organizarlo y despedirse de todo. En
esa cuenta atrás hacia el fin de sus días, escribirá un diario íntimo en el que
repasa su vida. La historia en sí, cuenta con una narración de una vida salpicada
de reflexiones, a veces directas puestas por escrito por el mismo, otras de forma
indirecta, a través de sus actos y pensamientos.
Un
texto arriesgado, desagradable, descorazonador. De lo que no hay duda es de la valentía
de Aramburu. Él sabrá por qué se ha metido es ese mundo subterráneo. Narra la
vida en un sórdido callejón oscuro, con la amenaza del suicidio latente en cada
página, con la violencia cayendo en cascada por el papel. De la luz a las
tinieblas.
El
autor en esta obra da vueltas a dos cuestiones que quería resolver en forma de
novela y no con un ensayo-narrativo: la primera, es el papel que asume el hombre
en una democracia moderna, que se supone un tiempo de post-patriarcado, y que
ya no tiene la última palabra; la segunda, no es el planteamiento del suicidio,
sino saber con exactitud la fecha de la muerte y como te trastoca la vida.
Por
otro lado, me parece que el autor ha querido tocar muchos temas de actualidad
entre ellos: atentado 11-M de Madrid, el mundo de la enseñanza, el bullying, la
política, la familia, los okupas, la homosexualidad, la prostitución, la
violencia de género, el amor, la carencia del mismo.
Con
todo lo dicho anteriormente, leerla o no queda al criterio de cada cual, solo
faltaría. Ahora bien, también considero, sinceramente, que si la historia se
redujese a cuatrocientas páginas no le habría hecho ningún mal a una novela que
se sitúa en la línea de las ideadas y escritas por autores durante el
confinamiento y que ahora salen a luz muy sobradas de extensión y no tanto de
originalidad. Estas novelas de pandemia, escritas a modo de diarios personales,
se aferran al recogimiento y a la cavilación para recrear aquella atmósfera
opresiva que, en realidad, todos estamos deseando olvidar.
La
novela es un retrato certero, aunque algo esperpéntico, la lectura de la obra
no me ha parecido en exceso difícil por la prosa, sin embargo, se me ha hecho
un tanto tediosa debido a las divagaciones de la trama, y a la presencia de altibajos
en la historia que a veces la ralentiza o reitera situaciones leídas con
anterioridad.
Dicho
de otra manera, menos páginas, no significa menos calidad en el desarrollo del argumento,
porque está concretamente, hubiese podido llegar a ser una obra maestra algún día,
pero por algún motivo el autor se ha empeñado en estirar la historia más allá
de lo razonable.
Aramburu
trenza una historia que engarza el pasado con el presente y que gira totalmente
en torno al protagonista, eje de una trama ácida y pesimista, aunque en la
narración no faltan guiños humorísticos e incluso deje de ternura. La novela es
correcta desde el punto de vista narrativo y está bien armada psicológicamente
en relación con los protagonistas.
Se
trata de una especie de diario íntimo pero presentado como una crónica narrada
en primera persona. La sensación que deja su lectura es como su hubieseis participado
en una conversación con un amigo, en la que os hace confidencias sobre sus
pensamientos más íntimos.
Libera
una bandada de verdades necesarias, por ásperas e inoportunas. El autor os
picotea: sexo, desamor, enfermedad, vejez, violencia, soledad, familia e
incluso la política y la actualidad.
Otra
verdad importante, es la violencia, uno de los grandes temas del libro, retrata
la violencia de la intimidad, del detalle de la escena, de la acción y el
pensamiento, la violencia contra uno mismo. Con la plasticidad de un veneno que
se inocula, la veréis emerger en el seno de la familia, intoxicar las
relaciones, contagiarse o heredarse.
El
contrapunto en este monologo, es cierto, requiere una lectura pausada, no un
atracón de páginas que impida saborear la emotividad del relato. El problema,
no es la historia en sí, no es el trasfondo, a la par que ligera en forma.
Suena contradictorio, pero creedme, lo más llamativo, y lo que hace que cueste
seguir el hilo de la trama es la falta de dirección de la misma. Pasan cosas,
pero sin un objetico claro, lo cual implica que el autor meta escena de relleno
donde el ritmo se enlentece.
Y
no es que la novela sea mala, ni siquiera mediocre; simplemente no funciona. La
he leído sabiéndome en buenas manos. Hay buena prosa, páginas excelentes. El
inconveniente ha sido la sensación de desorden que acompaña la extensión, no
hay más que una sucesión de recuerdos de diferentes momentos.
Y
no estoy diciendo que el estilo de la novela sea precisamente fácil, pero sí lo
clasificaría de juguetón, una narrativa que busca entretener y ser cómplice del
lector a la vez que va colocando temas bastantes complejos en el fondo de toda
la historia.
Fernando
Aramburu logra en “Los vencejos”
perfilar unos personajes extremadamente complejos, intensamente dramáticos, con
sus dudas, con sus experiencias y sus profundas reflexiones sobre la vida, que
expone el lado amargo de la soledad, pero curiosamente, de la soledad en plena
sociedad. ¿Es posible sentirse aislado en medio de la muchedumbre? ¿Es normal
que existan seres humanos que no encuentren sentido a sus vidas?
Página
a página el personaje se abrirá al lector que será conocedor de su más absoluta
intimidad, pero cuidado con las primeras impresiones sobre el protagonista,
pues estáis ante una novela repleta de luces y sombras. Tanto el protagonista
como el resto de personajes de la novela tienen sus matices, sus manías, sus
singularidades.
Aparecerán,
diseccionados con implacable bisturí, sus padres, un hermano al que no soporta,
su exmujer Amalia, de la que no logra desconectarse, su problemático hijo
adolescente Nikita, también su satírico amigo Patachula y la inesperada exnovia
de su juventud Águeda. Y en la sucesión de episodios amorosos y familiares de
esta adictiva constelación humana, Toni, hombre desorientado empeñado en hacer
recuento de sus ruinas, insufla curiosamente, una singular lección de vida.
Estáis
ante una novela con personajes de vida cotidiana pero en el fondo complejos que
pueden acabar asombrando al lector con su originalidad.
Este
tono avinagrado, en ocasiones mordiente y aromatizado de insolencia, no sólo
mitiga la solemnidad y la envergadura de los temas que ambos protagonistas
abordan, sino que, caracteriza a los dos personajes de tal modo que permite al
autor cruzar esa peligrosa línea contemporánea de la incorrección política,
para plantear sin paños calientes determinados aspectos sociales y políticos de
la vida actual. Soberbia lección de vida.
En
suma, un libro entretenido, sin llegar a apasionante, extenso en su contenido
logrando un difícil equilibrio en su lectura, con muchas reflexiones que compartir
o sobre que discrepar.
En
mi opinión, es una novela que no se puede recomendar a todo el mundo, como sí
que lo haría con su anterior “Patria”.
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