Sé
que eres adicta al vómito
por
tus brillantes lágrimas sobre la piel blanca,
porque
lloras con todo tu cuerpo como las
serpientes,
desde
la humedad de la noche inmóvil
hasta
la abrasadora luz que hierve en los delirios,
eres
un avefría llena de soledad.
Huyes
de los espejos porque en ellos se refleja la carne mórbida,
la
exuberancia de las viejas concubinas,
la
grasa flotando en los estanques amarillos de la pereza.
Te
acuchillas con palabras oxidadas en la infancia,
concupiscencia, molicie, ociosidad, inflaman el vientre.
Tu
nombre aparece en el libro de las violaciones,
pero
en tu piel no florece la sífilis.
Me
conmueven las heridas abandonadas
en
la luz.
Viajas
hasta el fondo de cántaros llenos de angustia.
Tus
caballos sin freno y el sexo aspirando el mar.
Buscas
la culpa en lavabos anónimos,
devoras
la sustancia del hastío.
Me
conmueven tus vómitos
porque
flotan en la oscuridad
como peces muertos,
alargan
el viaje en el insondable invierno,
hacen
más deseable la fruta de tu boca,
de
tu herida.
Tus
vómitos son el llanto que corta como un cuchillo.
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