-No
salgas al bosque, no salgas por favor- dijeron ellos-
-¿Por
qué no? ¿Por qué no tengo que salir al bosque esta noche? Preguntó ella.
-En
el bosque hay un enorme lobo que se come a las personas como tú. No salgas del
bosque, por lo que más quieras.
Pero
naturalmente, ella salió del bosque y, como era de esperar, se encontró con el
lobo, tal como ellos le habían advertido.
-¿Lo
ves? Ya te lo decíamos, graznaron.
-Esta
es mi vida, no un cuento de hadas, replicó ella, hay algo que me dice que tengo
que salir al bosque porque si no jamás ocurrirá nada.
Pero
el lobo que ella encontró había caído en una trampa, se le había quedado la
pata prendida en un cepo.
-¡Socorro!
¡Auxilio! Gritaba el lobo. ¡Ayúdame y te daré recompensa!
¿Y
cómo se yo que no me vas a hacer daño? Le preguntó ella.
-Mala
pregunta; dijo el lobo. Tendrás que confiar en mi palabra. Solo hay una
pregunta que merece la pena hacerse. ¿Está el alma?
Y
entonces ella corrió al riesgo, abrió la trampa, sacó la pata del lobo y la
envolvió con hierbas. Pero, como había leído demasiados cuentos, exclamó:
Bueno, ahora ya puedes matarme, terminemos esto de una buena vez.
Pero
no fue eso lo que ocurrió. Porque el lobo se arrancó una pestaña y se la
entregó diciendo: “Úsala y procura ser sabia”, de ahora en adelante sabrás
quien es bueno y quien no lo es tanto. Mira a través de mi ojo y lo verás todo
con más claridad.
Y
así ella regresó a la aldea alegrándose de estar viva. Y esta vez cuando ellos
le dijeron “quédate aquí” “haz lo que te digo” “di lo que yo quiero que digas”,
ella tomó la pestaña del lobo y miró a través de ella y vio sus motivos tal
como jamás los había visto.
Con
esa nueva visión no solo vio al astuto y al cruel, sino que el corazón se le
hizo grande, pues miraba a las personas y las volvía a calibrar gracias al don
que le había otorgado el lobo al que ella había salvado. Y vio a los buenos,
vio la perplejidad por debajo de la cólera, vio amor en los ojos de los tímidos
y sufrimiento en los callados. Vio necesidad en el hombre sin palabras y fe en
lo más hondo de la mujer que decía no tenerla.
Vio
todas las cosas verdaderas y todas las falsas. Las que iban contra la vida y
las que iban a favor de la vida. Vio todas las cosas que podían verse a través
de los ojos de aquel que pesa el corazón con el corazón y no solo con la mente.
Así descubrió que era cierto lo que dicen, que el lobo es la más sabia de las
criaturas y que cuando este aúlla en realidad está preguntando donde está el
alma. “Sal al bosque, sal enseguida. Si no sales al bosque no ocurrirá nada y
tu vida no empezará jamás. Sal al bosque, sal enseguida…”
Autor: Clarissa Pinkola Estés.
Libro de cuentos: "Mujeres que corren con los lobos."
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