Ilustración autor desconocido.
Un
cuerpo que se entrega no es difícil hallarlo.
Eso
eras tú, un hermoso cuerpo divino y vivo.
Una
breve cintura, un racimo dorado
en
tus ojos brillando entre los ríos de Agosto.
Pero
es fácil que un cuerpo fulja como una gema
si
como amor se mira, con verdadero amor.
Amor
y no esa débil pasión que muere a un tiempo
con
el último goce de los cuerpos vencidos.
Para
mí la palabra, para ti la caricia;
para
mí la sonrisa y el arco de tus cejas,
para
mí el fruncimiento de tu labio rosado,
superior,
tibio, altivo, carnal, condescendiente.
Pero
el amor no muere porque nunca ha nacido
en
ti, que languideces al tocar de los dedos.
Tú
buscas el secreto, la dulzura, el peligro
del
momento robado al filo de las noches.
La
amistad para ti, o el amor, eran sólo
nombres
a que invocar en las horas perdidas.
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