Las
mariposas siguen
ardiendo
sobre
los radiadores de esas máquinas
que
los hombres llaman automóviles
Arden
hermosamente
junto
con nuestras trenzas, con las hojas
recogidas
en el parque al atardecer,
con
los cuadernos dibujados y el sueño
de
las adolescentes
absortas
de amor
que
sabían mirar desde el lado del pájaro.
Arden
aún con sueños que resplandecen.
Es
su manera de existir
de
decir su delirio entre los muebles
que
crujen en el alba
entre
los libros fósiles
desordenados
en los viejos pupitres.
Ese
minuto de su muerte dura para nosotras
es
un rito
reconocido
por dos chiquillas que se encuentran
en
un lugar sin tiempo
para
volver al parque donde un árbol espera
y
descubrir que nada está perdido
que
nunca nos alejamos de su sombra
y
estamos aquí
danzando
esperando
a los ángeles
entre
alacranes insomnes
y
mariposas que se suicidan.
Felicidad absoluta por elegir una ilustración mía para un poema tan bello. Gracias!
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