Ah,
que tú escapes en el instante
en
el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah,
mi amiga, que tú no querías creer
las
preguntas de esa estrella recién cortada,
que
va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah,
si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando
en una misma agua discursiva
se
bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes,
serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen
entre sueños, sin ansias levantar
los
más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah,
mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras
dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues
el viento, el viento gracioso,
se
extiende como un gato para dejarse definir.
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