Se
ha de ver en tus manos el viento,
anclado
en tus dedos,
alzarse
y prenderte.
De
llama en tu pelo
-crepúsculo-,
se
enrosca a mi cuerpo
y
se yergue
hecho
cinta y reflejo,
de
cobre en tus ojos,
de
carne en mis dedos.
Si
te das al viento,
date
toda hecha
viento
contra viento,
y
tómame en él
y
viérteme el cuerpo,
ante
que mi frente,
tú
y el viento lejos,
sea
sólo roce,
memoria
del viento.
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