El
misticismo de la celda: brilla
En
la sombra el reflejo de la lámpara,
Oscilando
como una moribunda
Pupila
que se estrecha y se dilata.
Qué
tristeza en la llama que agoniza,
Qué
blancas las paredes de la estancia,
Qué
implacable silencio de sepulcro
En
la indecisa claridad. La Santa
Reposa
sobre el lecho inmaculado,
El
lecho que se eleva como un ara
En
uno de los ángulos sombríos;
Por
su frente que han hecho mustia y pálida
Tanta
meditación y tanto ayuno
Corre
el sudor en transparentes lágrimas;
Sus
ojos siempre abiertos por el éxtasis
Se
entornan abatiendo sus pestañas;
En
sus labios enjutos y apacibles
Perfumados
con mirras de plegarias
Se
despiertan los besos voluptuosos,
Y
sus brazos, más blancos que las sábanas,
Queriendo
rodear algo invisible,
Se
retuercen, se agitan y se enlazan.
Sueña:
sueña que el Cristo macilento,
El
cuerpo exangüe y celestial que ama,
Sonríe
tras su mueca de amargura,
Que
sus frescas heridas se restañan
Y
sus lívidos miembros se coloran
Y
se cierran las bocas de sus llagas;
Sueña
que su mirada se ilumina
Y
del madero ignominioso baja
Más
radiante que un ángel y más bello
Al
lecho que se eleva como un ara,
Y
que mezclan y juntan sus alientos
Y
que sus cuerpos vírgenes se enlazan,
Y
que en un beso trémulo y sonoro
Se
confunden sus bocas invioladas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario