Mi
corazón, como una sierpe,
se
ha desprendido de su piel,
y
aquí la miro entre mis dedos
llena
de heridas y de miel.
Los
pensamiento que anidaron
en
tus arrugas, ¿dónde están?
¿Dónde
las rosas que aromaron
a
Jesucristo y a Satán?
¡Pobre
envoltura que ha oprimido
a
mi fantástico lucero!
Gris
pergamino dolorido
de
lo que quise y ya no quiero.
Yo
veo en ti fetos de ciencias,
momias
de versos y esqueletos
de
mis antiguas inocencias
y
mis románticos secretos.
¿Te
colgaré sobre los muros
de
mi museo sentimental,
junto
a los gélidos y oscuros
lirios
durmientes de mi mal?
¿O
te pondré sobre los pinos,
libro
doliente de mi amor,
para
que sepas de los trinos
que
da a la aurora el ruiseñor?
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