¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si matarte pudiera,
te pondría una mortaja
con los filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
-¡Qué
vidrios se me clavan en la lengua!
Porque
yo quise olvidar
y
puse un muro de piedra
entre
tu casa y la mía.
Es
verdad. ¿No lo recuerdas?
Y
cuando te vi de lejos
me
eché en los ojos arena.
Pero
montaba a caballo
y
el caballo iba a tu puerta.
Con
alfileres de plata
mi
sangre se puso negra,
y
el sueño me fue llenando
las
carnes de mala hierba.
Que
yo no tengo la culpa,
que
la culpa es de la tierra
y
de ese olor que te sale
de
los pechos y las trenzas.
-¡Ay
qué sinrazón! No quiero
contigo
cama ni cena,
y
no hay minuto del día
que
estar contigo no quiera,
porque
me arrastras y voy,
y
me dices que me vuelva
y
te sigo por el aire
como
una brizna de hierba.
He
dejado a un hombre duro
ya
toda su descendencia
en
la mitad de la boda
y
con la corona puesta.
Para
ti será el castigo
y
no quiero que lo sea.
¡Déjame
sola! ¡Huye tú!
No
hay nadie que te defienda.
-Pájaros
de la mañana
por
los árboles se quiebran.
La
noche se está muriendo
en
el filo de la piedra.
Vamos
al rincón oscuro,
donde
yo siempre te quiera,
que
no me importa la gente,
ni
el veneno que nos echa.
-Y
yo dormiré a tus pies
para
guardar lo que sueñas.
Desnuda,
mirando al campo,
como
si fuera una perra,
¡porque
eso soy! Que te miro
y
tu hermosura me quema.
-Se
abrasa lumbre con lumbre.
La
misma llama pequeña
mata
dos espigas juntas.
¡Vamos!
-¿
Adónde me llevas ?
-A
donde no puedan ir
estos
hombres que nos cercan.
¡Donde
yo pueda mirarte!
-Llévame
de feria en feria,
dolor
de mujer honrada,
a
que las gentes me vean
con
las sábanas de boda
al
aire como banderas.
-También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
pero voy donde tú vas.
Tú también. Da un paso. Prueba.
clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.
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