La primera emoción
fue el olor de la tierra
mojada, oscura y fría
en un mundo vidriado.
En sus tiestos, las
plantas
desconocidas, nuevas,
me miraron de pronto
como seres benignos
que pedían respeto
dándome su cariño.
Voy por un nuevo reino
donde un zarcillo avanza
y se prende en mi mano,
y todo es muy distinto
y es fragante el
helecho.
Pero es hosco este
abuelo.
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