Odio
a los adolescentes.
Es
fácil tenerles piedad.
Hay
un clavel que se hiela en sus dientes
y
cómo nos miran al llorar.
Pero
yo voy mucho más lejos.
En
su mirada un jardín distingo.
La
luz escupe en los azulejos
el
arpa rota del instinto.
Violentamente
me acorrala
esta
pasión de soledad
que
los cuerpos jóvenes tala
y
quema luego en un solo haz.
¿Habré
de ser, pues, como éstos?
(La
vida se detiene aquí)
Llamea
un sauce en el silencio.
Valía
la pena ser feliz.
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