miércoles, 22 de abril de 2020

LA TIERRA.


 

¡También yo quiero abrirte y sembrar
un grano de poesía en tu seno!
Anda todo a labrarse,
todo a enterrar centeno,
y son horas de ponerme yo a germinar
la simiente de los versos que cultivo.

En la cosecha madura del mañana
sin dueños ni fronteras,
ha de existir la plaga del panizo,
la voluptuosidad del sueño
de la amapola roja y precoz,
y el alegre abandono
de una banal cigarra.

Pero de las alas que agite,
¡El poema que cante
será gracia y límite
del pendón que levante
la fe que a tu fuerza resucite!

¡Nos casó Dios, el mito!
y cada imagen que me viene
es un retoño tuyo, o un grito
que yo sencillamente repito
en la melodía que el poema tiene.

¡Tierra, aliada mía
en la creación!
sea fecunda la tierra labrada,
sea  a la superficie del suelo,
¡Nada fecundas, nada,
que yo no fermente también de inspiración!

Por eso te roturo de magia
y te lanzo en los brazos la cosecha
que has de parir después…
Poesía deshecha,
fruto maduro de nosotros dos.

¡Tierra, mujer mía!
Un amor es el gesto,
¡Otro la calentura que se quiere
dentro de un cuerpo desnudo, moreno!

La arada de los surcos no concibe
una bellota que no de robles;
la mía planta rocíos…
Agua que la mañana bebe
en el pudor de los obstáculos.

¡Tierra, mi canción!
Oda alzada de polo a polo
¡Por la belleza que no sabe a pan
pero sí al gusto de la vida!

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