sábado, 11 de abril de 2020

OTRO ABRIL.




No volverán —por más que en mi recuerdo
aún broten, de oro y polvo, tan menudas—
las flores a las hojas
anchas del nisporero. En un rincón, a solas,
junto al muro encalado, con su música rubia
de abejas que del polen hicieron blanca cera.
Se consumió esa vela y, con ellas, mis ojos.
Y por más que ahora miro, dónde aquel cuerpo blanco,
y dónde aquel rumor que se llevó una nube.

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