Mañana
de suburbio
y
el autobús se acerca a la parada.
Hace
frío en la calle, suavemente,
casi
de despertar en primavera,
de
ciudad que no ha entrado
todavía
en calor.
Desde
mi asiento veo a las mujeres,
con
los ojos de sueño y la ropa sin brillo,
en
busca de su horario de trabajo.
Suben
y van dejando al descubierto,
en
los cristales de la marquesina,
un
anuncio de cuerpos escogidos
y
de ropa interior.
Las
muchachas nos miran a los ojos
desde
el reino perfecto de su fotografía,
sin
horarios, sin prisa,
obscenas
como un sueño bronceado.
Yo
me bajo en la próxima, murmuras.
Me
conmueve el recuerdo
de
tu piel blanca y triste
y
la hermandad humilde de tu noche,
la
mano que dejaste
olvidada
en mi mano,
al
venir de la ducha,
hace
sólo un momento,
mientras
yo me negaba a levantarme.
Que
tengas un buen día,
que
la suerte te busque
en
tu casa pequeña y ordenada,
que
la vida te trate dignamente.
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