“Ya nadie llora
por mí”
es la continuación de las andanzas policiales, aunque fuera del cuerpo, del
inspector Dolores Morales, creado por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez -Premio
Cervantes 2017-, casi una década después.
SINOPSIS: El inspector
Dolores Morales está dado de baja en la Policía Nacional des- de hace años.
Corren los tiempos presentes, y ahora trabaja como investigador privado desde
su agencia establecida en un shopping center de Managua venido a menos. Su
labor principal es investigar adulterios de una clientela de pocos recursos.
Pero un encargo va a sacarle de la rutina: ha desaparecido Marcela, la hijastra
del millonario Miguel Soto, quien contrata a Morales para encontrarla.
Pronto
la desaparición de la joven se revela como la punta de un iceberg en el que
toman forma la corrupción y el abuso de poder que subyace el discurso
revolucionario de la Nicaragua contemporánea. Es ese el momento en que Morales
entiende que el éxito del caso no depende de descubrir el paradero de la chica,
sino de averiguar las verdaderas razones por las que ha desaparecido.
Si
en sus novelas anteriores Sergio Ramírez había recurrido al correo electrónico,
en “Ya nadie llora por mí” tendréis a
twitter como uno de los protagonistas. Esta es por tanto una novela muy
contemporánea en cuanto a los elementos que la componen, arraigada firmemente
en la realidad histórica de la Nicaragua actual, es un tobogán que sube y baja
de las altas esferas de la sociedad nicaragüense.
La
obra que comento es novedosa en cuanto al recurso narrativo de la voz en off de
un personaje muerto. La acompaña una trama en esta novela aparentemente bien
sencilla.
El
departamento de Narcóticos de Managua tenía que investigar la desaparición de
una mujer siguiendo las pistas que se vertebran a través de un yate abandonado,
sospechoso de traficar con estupefacientes. El argumento, a priori, no distaba
mucho de cualquier otro thriller o intento de encontrase algo similar en las
estanterías de medio mundo. Por consiguiente, lo que lo hizo diferente, desde
el primer momento, es el estilo del autor, sencillo y directo, con diálogos sin
una coma de más y una mordacidad que desnuda sistemas de poderosa
contradicción.
El
género policiaco le ha servido al escritor nicaragüense para mostrar la
corrupción y los bajos fondos de la alta burguesía de Nicaragua, así como su
clase media y su lumpen proletariado. Con una democracia joven y corrupta ¿les
suena…? Donde los que vienen de atrás ya estaban posicionados mucho antes del
cambio político-social y donde el tipo medio se ve vapuleado por sus propias frustraciones.
De
perlitas como esta está trufada toda la narración. El autor tiene un pulso
encomiable para la escritura, las imágenes que nos muestra, los personajes y
sus interacciones tienen una profunda gracia, se disfruta como un niño pequeño
el jugueteo que mantiene con el idioma y más aún con la manera de ver la vida
de todos los protagonistas, todos ellos hijos del sandinismo.
“Ya nadie llora
por mí”
es sin duda una buena novela, que se lee fácilmente y entretiene, pero no la
clasificaría de entre las mejores novelas del escritor.
Sergio
Ramírez, maestro del relato socio-político, mediático, económico, militar,
revolucionario y moral de Nicaragua; juega una vez más con el lector,
llevándolo hacia adelante y hacia atrás en el tiempo y en espacio a su antojo,
con una gran maestría de escritor moderno.
“Ya nadie llora
por mi”
recrea aspectos de la Nicaragua actual como los abusos de poder, la censura, el
deterioro de los derechos humanos. Una rica variedad de miradas que nos van
dando el informe, rico en detalles, cambios y descripciones acertadas de la
Managua de los mercados, las iglesias evangelistas, los azarosos barrios y el
clima de una sociedad que cambia.
La
trama tiene su toque cargada de ironía, humor negro y una lúcida visión de
conjunto, Ramírez traza un impecable retrato social en la más pura tradición
del género negro. Indudablemente el encanto de esta novela, cruda y
vertiginosa, sonriente en definitiva, no cesará.
El
lenguaje popular, soez y vulgar, que utiliza generalmente el pueblo Nicaragua
forma parte de ese mural que la novela presenta. Reconozco que al principio me
ha costado seguirlos porque contienen
muchos giros y modismos del lenguaje propios de su lengua, un poco como lo que
ocurre leyendo a Vargas Llosa, que cuesta entenderlos hasta que te acostumbras.
A
pesar de lo oscuro de la trama, el autor ha sabido sacarle brillo utilizando
frases con doble sentido, todo ello con un trasfondo de crítica al poder que
deja patente su desencanto.
Lo
único que queda al resto de los lectores es leer y disfrutar, porque el escritor,
os hará muy fácil el camino con capítulos perfectamente estructurados que dotan
a la novela en general de ese ritmo
adecuado para acunar y contar al oído esas historias llenas de secretos que
todo el mundo sabe.
El
escritor explica que la historia contemporánea de Nicaragua es el hilo
conductor de la novela cuyo protagonista es un personaje un tanto oscuro y
desesperado, a través del que se refleja en la actualidad no solo de Nicaragua,
sino también, del resto de América Latina.
Muchos
de los personajes de esta novela son personas del pueblo, algunos son
dirigentes sandinistas, otros son trabajadores de la basura, desamparados y
drogadictos. Con maestría, el autor, ha tratado de reflejar ese estrato del
lenguaje nicaragüense en su novela.
Dicho
lo anterior, son unos personajes destilados a martillo y cincel, con un entorno paisajístico y cultural tan
desconocidos como apasionantes.
Otra
cosa muy interesante que observamos en “Ya
nadie llora por mí” es la presencia de un interlocutor que está constantemente
dialogando con los personajes, sin ser él un personaje vivo en la novela.
Un
fresco equilibrado, entre la crítica y el esperpento, construido sobre una
galería de personajes con luz propia como la revenda Úrsula que gestiona el
albergue para indigentes “El tabernáculo del ejército de Dios”, los barberos
informantes Apolonio y Ovidio, el abortista reciclado en cobrador de deudas
Vademécum, el corrupto jefe de Inteligencia Tongolele o el Rey de los Zopilotes
Hermógenes, entre tantos otros.
La
novela se plantea describir una realidad, imponer puntos de vistas diferentes y
si el lector saca sus propias conclusiones, quiere decir que la descripción que
el novelista ha interpretado es efectiva, ha sido eficaz frente a los ojos del
lector, porque está reconociéndose en esta realidad.
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