La
luna ignora que es tranquila y clara
y
ni siquiera sabe que es la luna;
la
arena, que es la arena. No habrá una
cosa
que sepa que su forma es rara.
Las
piezas de marfil son tan ajenas
al
abstracto ajedrez como la mano
que
las rige. Quizá el destino humano
de
breves dichas y de largas penas
es
instrumento de otro. Lo ignoramos;
darle
nombre de Dios no nos ayuda.
Vanos
son también el temor, la duda
y
la trunca plegaria que iniciamos.
¿Qué
arco habrá arrojado esta saeta
que soy? ¿Qué cumbre
puede ser la meta?
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