Regiones
sumergidas
en
el interminable martirio, por el
inacabable
silencio,
pulsos
de
abeja y roca exterminada,
tierra
que en vez de trigo y trébol
traéis
señal de sangre seca y crimen:
caudalosa
Galicia, pura como la lluvia,
salada
para siempre por las lágrimas:
Extremadura,
en cuya orilla augusta
de
cielo y aluminio, negro como agujero
de
bala, traicionado y herido y destrozado,
Badajoz
sin memoria, entre sus hijos muertos
yace
mirando un cielo que recuerda:
Málaga
arada por la muerte
y
perseguida entre los precipicios
hasta
que las enloquecidas madres
azotaban
la piedra con sus recién nacidos.
Furor,
vuelo de luto
y
muerte y cólera,
hasta
que ya las lágrimas y el duelo reunidos,
hasta
que las palabras y el desmayo y la ira
no
son sino un montón de huesos en un camino
y
una piedra enterrada por el polvo.
Es
tanto, tanta
tumba,
tanto martirio, tanto
galope
de bestias en la estrella!
Nada,
ni la victoria
borrará
el agujero terrible de la sangre:
nada,
ni el mar, ni el paso
de
arena y tiempo, ni el geranio ardiendo
sobre
la sepultura.
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