Escribiré
quinientas veces el nombre de mi madre.
Con
un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las
paredes de mi dormitorio, por el
suelo del patio del
colegio, por el pasillo de la casa
más antigua. Para
recordar mi origen cada vez que yo
viva.
En
todos los lugares podré besar sus mejillas limpias de
cristal, aunque ella duerma lejos:
sus
mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie
su nombre escrito.
Tantos
días, tantas noches habrá de alimentarme
amorosamente con su parábola
descalza;
vendrá
mi madre a arroparme, mujer de humo, con los ojos
tiritando de suerte,
y
en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel de
bienvenida a un hogar diferente.
Sobre
mi cabello, rubio como el de mi madre, la corona que
me ciño como hija primogénita de
Dinamarca.
Me
llamaré Vacía, en honor a mis muertos; miraré cómo
retozan de acrílico las palmas de mis
manos, sangrará
mi lengua a disposici6n de mis
muertos.
Gritaré
quinientas veces el nombre de mi madre para quien
quiera escucharlo, y escribiré que
bendigo este medio
corazón en huelga mío, pues no
olvido:
nací
para llorar la muerte de otros.
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