La
autora es estadounidense, en 1999 se fue a vivir a París, y trabajó en la
biblioteca que da título al libro. Se le ocurrió novelar varias historias
reales de las que se enteró sobre cómo funcionó la Biblioteca Americana de
París durante la Segunda Guerra Mundial.
SINOPSIS: Una historia de valentía y
traición basada en las vicisitudes de los trabajadores de la Biblioteca Americana
de París en la Segunda Guerra Mundial.
París,
1939. La joven Odile Souchet lo tiene todo: un atractivo novio oficial de
policía y un trabajo de ensueño en la Biblioteca Americana de París. Pero
cuando estalla la guerra y los nazis marchan sobre París, Odile se expone a
perder todo lo que le importa, incluida su querida biblioteca. Sabe que en los
momentos difíciles los templos de la cultura peligran porque los libros
contienen palabras e ideas prohibidas que deben destruirse. Odile no puede
permitir que eso suceda: debe salvar esas páginas, de modo que puedan nutrir la
mente de quien llegue después. Junto con sus compañeros, se une a la
Resistencia y pone el centro a disposición de los judíos: expulsados de sus
casas, tras los libros se sienten seguros, y Odile los defenderá cueste lo que
cueste.
En
“La biblioteca de París” no estáis
ante una novela que narra la crudeza de la guerra, se deja ver, pero no es
objetivo principal.
Recupera
la hazaña de una decena de libreros que pusieron su vida en riesgo para hacer
lo que creían correcto, una enseñanza de la que Janet Skeslien Charles,
estadounidense afincada en Francia desde hace veinte años, cree que podemos
aprender hoy.
Creada
en 1920 a partir de los fondos donados durante la Primera Guerra Mundial para
enviar libros a los soldados que estaban en el frente, consideró que tenían que
volver a defender los valores que habían supuesto la creación de la institución
veinte años antes.
La
novela cuenta con grandes momentos en los que la autora sabe conectar y trasmitir
unos hechos en los que no faltaron actos de valor y sacrificio por parte de la
población civil y lo mezcla con otros revestidos de romanticismo que ayudan a
dar mayor cuerpo a la novela.
El
relato apunta a una historia dual entrelazada por el personaje de Odile. Por un
lado, París en los meses previos a la Segunda Guerra Mundial y los años de
ocupación nazi. Aquí, además de descubrir con asombro la tozudez de los
trabajadores de la Biblioteca Americana en París y sus esfuerzos y tejemanejes
para mantenerla abierta, viviremos con Odile su pasión por los libros y su
determinación a la hora de perseguir sus sueños a pesar de la opinión de la
familia. Por otro lado, el otro hilo de la novela se desarrolla en Froid, un
pueblo pequeño en Montana en 1983 y años posteriores donde Lily, una
preadolescente solitaria, siente fascinación por su anciana vecina francesa;
Lily, azuzada por la curiosidad, buscará una excusa para acercarse a esa vecina
misteriosa, cuando lo logra, no imagina lo importante que esa mujer será en su
vida.
En
esta obra descubriréis una gran dosis de atrevimiento de los personajes, de
resistencia, de valentía, lucha silenciosa, no solo por sobrevivir, sino
también por vivir bajo un yugo inesperado. Una batalla en las sombras por la
libertad de expresión, por los libros, por dejar un futuro mejor.
Una
novela sobre el amor a la lectura, un canto al papel y la importancia de las
bibliotecas, una reivindicación de la amistad, de la capacidad de superar y
seguir viviendo a pesar de las adversidades que depara la vida. Un libro que
leerás con auténtico placer.
“La biblioteca
de Paría”
articula su argumento en dos líneas temporales separadas por algo más de cuatro
décadas. El hilo argumental del pasado os lleva hasta la ciudad de la luz, en
1939. La otra línea temporal está menos desarrollada y os sitúa en una pequeña
comunidad de Montana en los años ochenta.
La
novela discurre con una cadencia sosegada para que el lector avance sin prisas.
De la mano de dos narradoras protagonista, que asumen la voz de ambos hilos
temporales, la autora ha tejido una historia de intereses personales.
Dentro
de la novela se desmenuzan muchos temas como las relaciones familiares, la
amistad, la lealtad, el amor romántico, la traición, el perdón y por supuesto,
el amor por los libros.
La
fuerza narrativa de la primera línea temporal absorbe en contenido y contexto a
la que se desarrolla más tarde, aunque sin esta segunda línea, el argumento de
la novela perdería la consistencia de la voz de la trama.
La
prosa de la autora es cuidada y fluida, tanto en París como en Montana, pasan
cosas continuamente a las protagonistas y la lectura resulta muy ágil y
discreta. No se puede dejar pasar la ingente labor de documentación de Janet
Skeslien. La novela tiene su parte de emotividad, escenarios bien descritos y
escenas que remueven la conciencia del lector. Una verdadera ficción histórica
en la que la mayoría de los trabajadores y usuarios de la biblioteca
arriesgaron sus vidas para ayudarse mutuamente a salvar la biblioteca y su
contenido más apreciable. Fueron los luchadores de la resistencia bibliotecaria
de su tiempo.
Una
novela cautivadora, una historia de amistad y un homenaje al poder de las
palabras.
La
obra es un libro de libros, es cada esquina, el auténtico valor de la lectura
está en la forma en la que conecta con los demás, al mundo, sobre todo en
tiempo difíciles como los que pasan los protagonistas.
Necesitamos
de las historias que otros cuentan para descubrir entre líneas aquellas frases
que aplicar a nuestra existencia. Está contada de forma que atrapa al lector
desde el principio, es de esas novelas en la que las autora va dejando algunas
postas que adelantan el devenir de los sucesos, es decir, el lector sabe más
que alguno de los personajes y espera a ver la reacción cuando los
acontecimientos acurran.
Personajes
reales y ficticios conviven en perfecta armonía en esta novela que muestra
desde un ángulo diferente una parte de ese episodio histórico oscuro, revelando
que fueron muchos los ciudadanos anónimos que contribuyeron con su valentía a
dar un poco de calidad de vida a las personas que les rodeaban. Los personajes
tienen y sienten una misma pasión: el placer de leer, además del conocimiento
que proporcionan los libros.
Un
elenco variado de personajes junto a Odile en París, ella resulta un personaje
luminoso, arrollador que además, dará más de una sorpresa inesperada con su
comportamiento y sus acciones. Y en Montana, Lily, inspira ternura y recibirá
las lecciones que le harán falta en la vida de la mano de su vecina Odile.
Por
otro lado, presenta también a algunos de los usuarios habituales de la
biblioteca que terminan por convertirse en amigos y casi familia. La profesora
Cohen, a quien le prohibieron la entrada en la biblioteca por ser judía;
Monieur de Nerciat y el señor Pryce Jones que verán puesta a prueba su amistad
por culpa de la guerra. La huella de la importancia que tuvieron los
voluntarios para poder sacar adelante el trabajo a través de la figura de
Margaret y presentará a la condesa Clara de Chambrun, patrocinadora de la
biblioteca y que se hará cargo de la de la dirección cuando la señorita Reeder
tenga que irse.
Los
protagonistas ponen en valor sus peripecias y los libros, fieles compañeros,
complementan el modo de ser y estar, y en su precipitada inconsciencia se
enfrentan una vez más al mundo sereno de las palabras.
El
relato apunta al enaltecimiento del valor de la defensa de los ideales que
conoce una fuerza de la que se creía carecer. Hay una guerra entre palabras:
nazis entre bibliotecarios, y éstos últimos ganan.
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