sábado, 10 de septiembre de 2022

MERECIDO HOMENAJE.

 
 
Acostado estoy a mis anchas en su cama fresca,
como a la intemperie; la franca luz
de la extendida fiesta
hace todo más sucio y conveniente
para la perseverancia y el ímpetu del culo
y esa diligencia de ponerse el cuerno a uno
mismo. Está encuerada
y se agacha en cuclillas en mi cara
para que se la chupe, porque ayer tuve juicio
y esa es su manera —su mejor servicio—
de ofrecerme su regia recompensa.
Dije regia pero debí decir divina:
sublime carne, sus nalgas,
fuerte y pura curvatura, piel provechosa,
estrías de azur, blanca y copiosa,
lenta, regordeta, la raja rosa oscura
de perfume afrodisiaco murmura
¡qué rico bizcochito!
Último y placentero postre de la cómica panocha,
delirio de mi lengua que toca su fisura
como arpa y lira, y sus nalgas todavía,
como una luna menguante,
misteriosa y exultante,
¡adonde quiero llevar mis sueños de poeta,
y mi corazón cogelón y mis sueños de esteta!
Además, mi amante, o mejor, mi amo al que en silencio
obedezco, está sobre mí en su trono sentada,
y soy su caudatario perplejo.
 

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