Amor
empieza por desasosiego,
solicitud,
ardores y desvelos;
crece
con riesgos, lances y recelos;
susténtase
de llantos y de ruego.
Doctrínanle
tibiezas y despego,
conserva
el ser entre engañosos velos,
hasta
que con agravios o con celos
apaga
con sus lágrimas su fuego.
Su
principio, su medio y fin es éste:
¿pues
por qué, Alcino, sientes el desvío
de
Celia, que otro tiempo bien te quiso?
¿Qué
razón hay de que dolor te cueste?
Pues
no te engañó amor, Alcino mío,
sino
que llegó el término preciso.
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