Ilustración Gina Pfleegor.
Al príncipe Garciniño
lo llaman para la guerra.
-Mira, madre, yo prefiero
trillar el trigo en las eras.
-Garciniño, te reclaman
los tambores y trompetas.
-Padre, déjame quedarme
tejiendo en telar de seda.
-Garciniño, el enemigo
con las ballestas te espera.
Ya cabalga Garciniño
sobre su yegüita negra.
El príncipe va llorando
lágrimas de blanca pena.
Han pasado veinte años
y regresa de la guerra.
Salen a buscarle al puente
el rey y también la reina.
Garciniño les saluda
desde su yegüita vieja.
-¿Qué nos traes, hijo cumplido?
¿Cautivos con sus cadenas?
¿Recias espadas de plata?
¿Brazaletes y pulseras?
¿Una alfombra voladora
de la princesa de Persia?
-No traigo esas cosas, no,
que nunca estuve en la guerra,
sino sembrando en los campos
y tejiendo hilos de seda,
y cantando por las plazas
con tambores y trompetas.
Lo que traigo en las albardas
son camisas holandesas,
panes que quitan el hambre,
risas y canciones nuevas.
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