Líbranos
de la pena porque ella
destroza
el corazón larvadamente
y
trae sombra a los ojos de los niños.
Líbranos
de la dicha porque a ella
le
siguen siempre penas que la hacen
aún
más amarga que las penas mismas.
Líbranos
del dolor que nos reduce
a
tristes bestias de ojos humillados
que
sólo buscan un rincón caliente.
Líbranos
del placer que nos obliga
a
creer que este mundo es dulce y bueno
justo
hasta que salimos del encanto.
Líbranos
del mal hado y la pobreza
que
nos azotan con mano invisible
hasta
que maldecimos nuestros nombres.
Líbranos
del buen hado y la abundancia
que
vierten la ponzoña gris del tedio
en
la copa de oro del cinismo.
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