sábado, 16 de noviembre de 2019

AHORA VUELVES.


 

Ahora vuelves
a la que nunca dejó de ser tu casa
—la llamabas así, recuérdalo, voy a comer a casa, me decías—,
pero entonces regresas
y tu cuerpo es extraño en una cama
de noventa, con sábanas que huelen
a adolescencia, con la ventana triste
por la que ves las bragas color carne
de la vecina en el patio de luces
tan oscuro, y hoy todo te molesta,
te molestan los gritos de tu madre
y el ruido de la tele, la cisterna
con su goteo atávico,
el gotelé amarillo y la cenefa
de frutas y pucheros, los ronquidos
en el insomnio negro en que te ensañas,
y te dices me tengo que marchar.
Marchar a dónde, rey.
Qué hueco tan profundo
tener que irse y no saber a dónde.

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