Ya
nos lo decía Walt —querido mirlo, no mires
a
través de los ojos de los muertos. No
aceptes
cosas de segunda o de tercera mano.
No
te alimentes con los espectros de los libros.
¿Por
qué permaneces en silencio
durante
toda la cena? Tu cadáver está ya inserto
en
la carne que cree estar viva, como
si
su presencia aquí no obedeciese a un azar
tan
inofensivo e inútil como el péndulo
del
cuerpo; no como el de Leonardo, en abanico,
sino
prosternado como un árbol caído,
horizontal.
No mires a través de Valdés Leal,
sólo
es la misma ideología provisional
con
que quemaste tu vida para enterrarte vivo
en
los muladares. Así —como los miles de
párpados
que caen y se pudren entre los helechos.
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