Sale
de la espuma de las olas
alzando
su brazo izquierdo
con
pausado movimiento
de
gato que se despereza.
Sacude
su cabellera negra
creando
una llovizna deslumbrante
alrededor
de sus hombros.
Su
rostro y su pecho morenos
quedan
cubiertos de gotas temblorosas.
En
su ombligo ha nacido
un
manantial que fluye apurado
hasta
el rosado fosforescente
que
apenas cubre su pubis.
En
sus muslos de arcilla consentida
gozan
la luz y las sombras.
Sus
rodillas emergen
como
un pueblo de conquistadores afanosos.
Sus
pies, que culminan en un bien definido
y
blanquecino filo, al fin
llegan
a la arena y ella
se
detiene contra el cielo y el mar,
justificando
de cuerpo entero
la
estética de su existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario