La
vi cuando sentado contemplaba
la
ligera tormenta veraniega
que
en lontananza mana y se repliega
sobre
un collado gris, y alguien que estaba
detrás
y demudado la miraba
me
grito: “¡Una serpiente!” Y cual despliega
la
manga el jardinero cuando riega,
mas
con vital poder, vi que avanzaba.
A
mi altura llegó y alzóse erguida
con
retadora gracia: era escamosa
y
su breve cabeza iba seguida
de
ondulación... Entonces consolado
pude
observar cuan terca y cuan hermosa
era
aún la presencia del pecado.
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