Ya
sale la amazona en su montura,
cabalga
una ballena jorobada,
jamás
se vio en la arena criatura
de
tan mansa belleza iluminada.
A
veces piruetea sobre el vuelo
de
un águila de alas emplumadas
con
cien haces de luz del mismo cielo
que
tornan a la noche soleada.
Tal
vez bajo sus piernas ensillada,
con
una piel de fuego reluciente,
mañana
monte a Andrómeda estrellada
o
el mismo Sol salvaje incandescente.
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