Corrió
una brisa fría.
Al
reparo de un cerro,
Mazapán
dormitaba entre las flores.
Yo
soñaba feliz, aferrado a su pelo.
De
pronto, algo mojado
me
corrió entre los dedos.
Pensé
que era la lengua de mi potro,
pero
no.
No
era eso.
Sentí
un temblor
debajo
de mi cuerpo.
Mazapán
hizo viento con su hocico
y,
enseguida, sus alas se movieron.
-
¡No se asusten!
¡Soy yo!
¡Me llamo Cierzo!
dijo entonces la voz de un caracol
que reía, nervioso,
en la punta del cuerno.
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