Siempre
había sido el sueño del gran violinista tocar debajo del agua para que se oyese
arriba, creando los nenúfares musicales.
En
el jardín abandonado y silente y sobre las aguas verdes, como una sombra en el
agua, se oyeron unos compases de algo muy melancólico que se podía haber
llamado “La alegría de morir”, y después de un último “glu glu” salió flotante
el violín como un barco de los niños que comenzó a bogar desorientado.
AUTOR: Ramón Gómez de la Serna.
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